El inspirador testimonio de una chica que superó el linfoma de Hodgkin

La vida de Paola Boscán cambió de un momento al otro, cuando detectó un pequeño bulto en su clavícula derecha a fines del año pasado. Estaba en Santiago de Chile, a 4.900 kilómetros de su casa, en Maracaibo, de la que tuvo que partir hace 16 meses para escapar de la crisis económica en Venezuela.

Al principio, Paola no le dio mayor importancia a la malformación que le había aparecido en la parte baja del cuello. Tampoco tenía una cobertura de salud que le permitiera realizarse algún tipo de exploración. Pero el día que cumplió 23 años, ese bulto sin intrascendente comenzó a ser molesto, incluso llegó a provocarle calambres en el brazo. Cuando el dolor fue intenso, decidió visitar a un médico especializado en medicina interna, que le dijo lo peor: “cumple con todas las características de un linfoma”. A los pocos días, un estudio oncológico confirmaba el diagnóstico.

Sola y lejos de su hogar, se comunicó con su madre para contarle sobre su enfermedad y pedirle un préstamo. Aquel primer tratamiento le destrozó la boca y la nariz. La pérdida de sensibilidad en las papilas gustativas vino de la mano de unas nauseas insoportables y un agotamiento que le duraba tres días. Cambió su cabellera larga por una media melena el día en el que comenzó a amanecer con la almohada desbordada de pelos. Tampoco podía disfrutar de una buena comida. Pero sus peores recuerdos la llevan directo a la camilla del quirófano de la clínica Santa María.

A pesar de todo, siempre contó con el apoyo de sus amigos, lo cual fue vital para su estado anímico. Cuando le venían pensamientos oscuros o pensaba en alejarse, se encargaron de que recapacitara. Le organizaron parrilladas, la llevaron a ver el mar en Valparaíso y brindaron con ella en múltiples oportunidades. El resto de sus actividades cotidianas no cambiaron. Salió, bailó, rió. Sin dudas el camino fue duro, pero dos tumores no lograron detenerla.

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Fuente: Infobae

Imagen: Twitter vía @paoobooscan