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“Estocolmo, Pensilvania” y la obsesión por las mujeres secuestradas

Más allá de las cámaras
Por Lifetime Latinoamérica el 09 de Enero de 2018 a las 23:35 HS
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¿Por qué crees que las historias de secuestros captan tanto nuestra atención? Si quieres averiguarlo, no te pierdas Estocolmo, Pensilvania este miércoles a las 10PM MÉX-VEN / 9PM COL / 23HS ARG.

 

Aunque hagamos todo lo posible por mantenernos alejadas de los secuestradores de la vida real, la posibilidad de acceder, a través de la ficción, a sus retorcidas mentes, de conocer sus razonamientos, sus motivos y sus oscuros pasados presenta un atractivo innegable. 

 

Pero, ¿qué hay de sus víctimas? En las películas, series y libros sobre esta temática, principalmente cuando se trata de mujeres, suelen ser presentadas de una manera que podríamos calificar de incompleta. Básicamente, como damiselas en apuros, incluidas en la trama solo para ser rescatadas, más como objetos o trofeos que como seres de carne y hueso, sensibles y pensantes.

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Este fue uno de los factores que llevó a la cineasta Nikole Beckwith a realizar “Estocolmo, Pensilvania”. La película explora la problemática desde una perspectiva completamente innovadora, permitiendo que nos adentremos en las profundidades de la psiquis de una muchacha secuestrada.

 

Desde un primer momento, el film hace tambalear un concepto fundamental: ¿se trata realmente de una víctima? Al ver a la protagonista, Leia, volver a su hogar luego de haber vivido encerrada en el sótano de su captor durante años, podemos comprender su confusión, su sensación de desamparo, pero no podemos hallar ninguna marca que hable de un sufrimiento pasado o de un alivio presente.

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Para comenzar una nueva vida, Leia necesita comprender lo que le sucedió y aprender a conectarse con su entorno, pero también debe atravesar un proceso de duelo extremadamente difícil: el de la pérdida de su único lazo afectivo, aceptando a su vez que se trataba de un criminal. La película nos presenta este enigmático y contradictorio mundo interior de la protagonista con tal lujo de detalle que no podremos apartar nuestra mirada.